Conversamos con Javier Alberite y Juncal León, los dos representantes españoles en el Consejo Mundial de Debate Universitario en Español (CMDU).
Javier Alberite es abogado colegiado en Madrid y trabaja en la actualidad en el despacho de abogados Uría Menéndez. Se graduó en Derecho y en Ciencias Políticas y de la Administración Pública (E5) y obtuvo el Diploma en Estudios Internacionales por la Universidad Pontificia Comillas-ICADE. A día de hoy ejerce como formador en la Universidad Pontificia Comillas y en los colegios mayores Vedruna y Jaime del Amo. En debate, lleva participando en torneos desde 2012, y ha formado parte de los equipos de Comillas en más de treinta torneos nacionales, resultando campeón en una quincena y elegido mejor orador en varios de ellos. Ha sido, por dos años consecutivos, subcampeón mundial de Debate Universitario en Español (2017 y 2018). En 2017 fue reconocido segundo mejor orador individual.
Juncal León es graduada en Derecho, Ciencia Política y Administración Pública por la Universidad Autónoma de Madrid. En la actualidad cursa el Máster Universitario de Acceso a la Abogacía en la Universidad Pontificia Comillas – ICADE, donde también imparte clases de debate. Es, además, formadora en el Colegio Mayor Elías Ahúja. Cuenta a sus espaldas con más de cincuenta torneos entre debatiente, jueza y organizadora. Entre sus logros nacionales, cuenta con siete subcampeonatos, dos premios a mejor oradora y numerosos breaks como jueza. En el ámbito internacional, es subcampeona del CMUDE 2016, semifinalista en CMUDE 2018 y mejor jueza del CMUDE 2019. Cuenta con experiencia adjudicando torneos en España, México, Colombia y Perú.
Javier y Juncal, sois los representantes españoles en el CMDU, ¿en qué consiste vuestra labor?
Javier Alberite. Nuestra función es, esencialmente, la de representar los intereses del circuito de debate español en las deliberaciones y votaciones que se producen en el CMDU. Como en cualquier otro organismo internacional y multilateral hay muchas decisiones que se adoptan y que afectan tanto a los torneos internacionales que el CMDU auspicia como a los torneos nacionales que se hacen en España y que se rigen por las reglas del CMDU.
En todas esas ocasiones intentamos representar lo más fielmente posible los intereses de los más de 2.500 debatientes universitarios que tenemos contabilizados en España; para ello intentamos contar con la opinión de todos los clubes de debate de antemano (sin importar su tamaño) e informarles puntualmente del resultado de las deliberaciones que se producen en el CMDU.
Para quien no esté muy familiarizado, ¿qué es el CMDU y cuál es su labor?
Juncal León. En esencia, el Consejo Mundial Universitario de Debate en Español es el órgano encargado de ordenar todo lo necesario para que se pueda desarrollar cada edición del Campeonato Mundial Universitario de Debate en Español (CMUDE). Entre estas funciones encontramos el hecho de nombrar a la sede encargada de organizar cada edición del CMUDE, determinar qué instituciones son elegibles de competir en el mismo o mantener la Constitución que se encarga de regular tanto el CMUDE como el CMDU actualizadas conforme a las necesidades del circuito.
Este órgano se encuentra compuesto por los representantes (o una situación de corepresentación, como en el caso de España) de cada país que ha participado en el CMUDE y por la mesa directiva del mismo.
¿Cuál será la próxima sede y cómo van los preparativos?
JA. El CMUDE 2020 tiene lugar en Quito (Ecuador) aunque lo cierto es que, por sorprendente que parezca, en el CMDU estamos tan centrados en esa edición como en la inmediatamente posterior (Curaçao 2021). La razón es evidente: un evento que congrega a cerca 500 personas anualmente de más de veinte países distintos requiere una planificación detallada y con suficiente antelación. Nuestro trabajo, más que el de organizar cada edición, lo que corresponde al equipo organizador elegido, es fiscalizar y supervisar cada paso de la organización.
Por hacer el símil con los Juegos Olímpicos, nosotros somos únicamente el Comité Olímpico Internacional: comprobamos que cada paso dado se ajusta a las expectativas del evento, a la normativa del CMDU y, sobre todo, a las promesas realizadas en el momento de plantearse y aprobarse la candidatura (que es posteriormente ratificada al año de su elección).
En cualquier caso, y para que todos los debatientes españoles puedan estar tranquilos, podemos confirmar que la edición de Ecuador 2020 está cumpliendo rigurosamente con el contenido de su candidatura y del informe que realizó en Lima (Perú) el pasado mes de julio, por lo que confiamos en que la edición salga adelante y se convierta en una de las mejores hasta la fecha. ¡Y para el que no quiera perdérsela recordamos que la primera tanda de inscripciones cierra el 31 de diciembre!
Os centráis en BP, ¿cuál es el motivo de esta elección?
JL. El hecho de que nos centremos en el formato Parlamentario Británico (BP) viene causado por dos cuestiones. La primera causa deriva del hecho de que el CMUDE es una adaptación al circuito de debate hispanohablante del World Universities Debating Championship (WUDC). El WUDC se desarrolla en formato BP, por lo que se decidió también establecer este mismo formato de debate para desarrollar la competición en el CMUDE. El otro factor que ha influido para decantarse por este formato de debate es que, mientras que el modelo de debate académico únicamente se venía practicando en España, el formato BP estaba mucho más extendido globalmente, por lo que, al ser una competencia internacional, se optó por un formato de debate instaurado a un ámbito más global.
JA. Además de lo que menciona Juncal, hay que recordar que el hecho de que exista un órgano estructurado para coordinar el debate en formato parlamentario a nivel hispanohablante es puramente coyuntural. A nosotros nos gustaría, y ese es uno de los principales enfoques de nuestra gestión, que existiese ese mismo nivel de coordinación estructurada y transparente en el formato académico e, incluso, de forma unificada en España sin distinción entre formatos o entidades. Evidentemente, esto no es algo que dependa de nosotros.
¿Cómo valoráis vuestra experiencia en los campeonatos mundiales?
JA. Lo cierto es que, entre Juncal y yo, hemos tenido oportunidad de ver muchas ediciones del CMUDE y desde distintas perspectivas: coincidimos en nuestra primera edición en la que Juncal se proclamó subcampeona del mundo (Córdoba 2016); curiosamente yo revalidé su título en las ediciones de Guatemala 2017 y Valparaíso 2018, en las que Juncal también participaba. Nos encontramos en semifinales de Valparaíso, de hecho. Además, este año Juncal ha sido nombrada la mejor jueza del campeonato en la edición de Lima 2019.
Creo que los dos coincidimos, además, en nuestra tremenda gratitud hacia nuestras respectivas sociedades de debate y hacia el circuito, porque somos conscientes de las increíbles oportunidades que hemos tenido y de que, en este sentido, somos unos privilegiados. Esta fue una de las principales razones de que nos postuláramos para representar a España ante el CMDU (y del resto de iniciativas que estamos impulsando): tratar de facilitar las oportunidades de todos los debatientes para aprovechar las experiencias que nosotros hemos disfrutado, con independencia de que pertenezcan a una sociedad de debate más grande o más pequeña.
Últimamente estamos con el subidón del Mundial de Baloncesto, pero España cuenta con varios campeones del mundo en debate. ¿A qué se deben tantos éxitos en un país en el que apenas se cuida la oratoria?
JL. Aunque es cierto que en España no se cuida en gran medida la oratoria, a nivel universitario sí que están haciendo grandes esfuerzos por cuidarla. No solo por la inclusión de asignaturas relacionadas con la oratoria y la argumentación en los planes de estudios de carreras como Derecho, sino también por la gran cantidad de clubes y sociedades de debate que están surgiendo en universidades y colegios mayores de todo el país. Esto ha permitido crear un circuito de debate nacional muy amplio en comparación con el resto de países que participan en CMUDE, por lo que podemos practicar muchísimo más al tener más torneos. Además de esto, tenemos una gran cercanía al circuito europeo de debate, que va un paso por delante del nuestro y tiene, en general, un mejor nivel. Debido a esta cercanía, podemos acudir a participar a torneos de gran nivel como son el Oxford IV o el Cambridge IV, aprender muchísimo. Aquellas personas que acuden a estos torneos, acaban aplicando a sus debates en español lo aprendido, el resto de personas lo ven y lo imitan y nos hace ir creciendo en conjunto como circuito.
Poco a poco, esta materia va entrando en los planes educativos. ¿Cómo consideráis que debería hacerse? ¿Todavía es insuficiente?
JA. La respuesta a la segunda pregunta debe ir por delante: es insuficiente. Es insuficiente a varios niveles: por la falta de formación específica del profesorado que imparte esta materia (y la falta también de un temario claro y unificado) que acaba convirtiendo la asignatura en lo que cada centro y profesor decida (y vaya por delante nuestro reconocimiento a los docentes que tienen que recurrir a formaciones en su propio tiempo libre para aprender a impartir oratoria y debate); y, segundo, por la falta de extensión en la formación, tanto en el número de horas que se dedican a la cuestión (menos de una hora semanal de media) como en el momento en que se empieza.
Nuestros legisladores parecen opinar que, con media hora semanal de oratoria durante un año o dos (cuando el alumno ya está finalizando los estudios), es suficiente para desarrollar el pensamiento crítico o la capacidad de hablar en público que un mercado de trabajo como el actual exige. La formación debería empezar mucho antes, en edades tempranas como la habilidad práctica que es. En este punto yo creo que hay que reconocer el enfoque que ha adoptado la Junta de Andalucía en su planteamiento del nuevo curso 2019/20, aunque tendremos que esperar a ver los resultados antes de juzgarlo.
¿Cómo os entró el gusanillo del debate?
JL. Tanto Javier como yo conocimos el debate competitivo cuando estábamos en el colegio. Tuvimos la oportunidad de participar en diversos torneos de debate y generar la semilla de ese interés por el debate. Al llegar a la universidad, ambos teníamos claro que queríamos continuar participando en torneos de debate, por lo que pasamos a formar parte de los clubes de debate de nuestras respectivas universidades: el club de debate de la Universidad Pontificia Comillas y la Sociedad de Debates de la Universidad Autónoma de Madrid, respectivamente.
JA. Exacto, nosotros venimos del debate escolar, y, aunque a día de hoy esta trayectoria sigue siendo minoritaria, lo cierto es que la tendencia va en aumento gracias al crecimiento exponencial en el número de torneos escolares, cuando yo empecé había menos de cinco y hoy ya superan la veintena, y en el de centros que ofrecen esta posibilidad. A mi juicio no hay que descuidar esta cantera y potenciar el debate escolar es una forma fantástica de enriquecer el circuito universitario español, además de expandir habilidades indispensables para los ciudadanos del mañana.
Recientemente habéis trabajado en un censo de clubes, sociedades y grupos de debate ¿cómo valoráis el trabajo de estos grupos?
JA. Juncal y yo venimos de sociedades de debate muy distintas y yo creo que eso nos permite tener un enfoque mucho más global cuando valoramos este trabajo. Como decía Juncal, yo he pertenecido siempre y pertenezco al Club de Debate de la Universidad Pontificia Comillas, que es un servicio propio de la universidad. Es decir, dependiente de un vicerrectorado y gestionado por un profesorado propio de la universidad como cualquier otro servicio. Por ejemplo, deporte. Eso implica que el apoyo institucional con el que contamos es muy fuerte, aunque al mismo tiempo se trata de una estructura muy institucional donde los alumnos no realizan ninguna actividad de gestión ni administración.
JL. Por mi parte, yo hasta bien poco he formado parte de la Sociedad de Debates de la Universidad Autónoma de Madrid. En nuestro caso, somos una asociación de estudiantes dentro del campus, por lo que todo el peso organizativo en todos los sentidos recae sobre los propios estudiantes que conforman la asociación: los veteranos de la sociedad son los encargados de formar a los nuevos miembros, son los miembros de la junta directiva los encargados de redactar la documentación necesaria para llevar a cabo los trámites burocráticos pertinentes y de estar en contacto con diferentes autoridades de la universidad para que nos faciliten espacios en los que desarrollar nuestra actividad, y contamos con una financiación de la universidad que da para pagar de forma muy raspada las inscripciones en los torneos a nivel nacional.
JA. Como ves, se trata de formas muy distintas de hacer las cosas y que, sin embargo, persiguen objetivos comunes y tienen resultados también similares. Esto nos ayuda a reconocer el trabajo indispensable que hacen todos los clubes de debate, tengan la organización que tengan, para dar a conocer el debate, formar a sus propios participantes y facilitar que estos acudan a torneos donde seguir creciendo y mejorando. Nos preocupa mucho esta realidad y potenciar el papel de las sociedades de debate como entidades únicas que hacen un trabajo invisible y pocas veces apreciado. Si no lo hacemos y las tenemos en cuenta acabaremos por tener un circuito con menos sociedades o con dos divisiones de clubes diferenciadas en función de su tamaño o presupuesto: un circuito mucho menos rico y plural en definitiva.
¿Hay una burbuja de torneos de debate?
JL. No sé si afirmaría rotundamente que estamos ante una burbuja de torneos de debate, pero creo que sí que estamos cerca. Desde hace unos años han proliferado muchísimos torneos de debate nuevos, lo que ha hecho que prácticamente no haya ningún fin de semana libre de torneos, e incluso en algunos encontramos más de un torneo; la temporada empiece cada vez antes, este año el primer torneo ha sido el primer fin de semana de septiembre, y casi lo único que se respetan son las fechas de exámenes finales, aunque hay excepciones.
Creo que no terminamos de estar en esa burbuja de torneos de debate ya que, aunque haya un torneo todos los fines de semana, e incluso en algunos haya más de uno, acaban saliendo siempre adelante con un número bastante amplio de equipos. Esto se debe a que, aunque haya tantos eventos, cuando coinciden dos torneos en un fin de semana, en general son de formatos de debate distintos y al final cada debatiente se siente más cómodo en un formato que en otro. Además, también algunos clubes de debate tienen una gran cantidad de miembros, por lo que, qué haya tantos torneos permite a estas sociedades de debate permitir que sus miembros puedan participar.
JA. Desde luego los números pueden parecer desmedidos pero, si se tiene en cuenta que un torneo medio congrega a entre 50 y 80 debatientes y que tenemos más de 2.500 debatientes en activo en España, no es tan exagerado. Incluso asumiendo que hubiera dos torneos de debate por cada fin de semana durante el curso (quod non), eso sería un total de entre 2.800 y 4.500 oportunidades de debatir durante el año: más de una pero menos de dos por persona. Como veis los números no engañan: no existe una burbuja y, de hecho, harían falta muchos torneos de debate más para permitir que todo el que quiera debatir pueda hacerlo y practicar. El problema no está en el número de debatientes, sino en el número de jueces en activo (que no llega siquiera al 10% del número de debatientes en activo), lo que muchas veces reduce la calidad de los torneos o provoca la sensación de que hay una burbuja porque los torneos tienen que hacer maravillas, y su mérito tienen, para conseguir incautos que se presten a juzgar un fin de semana sí y otro también.
¿Qué cualidades atesora un buen orador?
JA. Probablemente esta sea la auténtica pregunta del millón. No creo que exista una fórmula definida, casi matemática, que defina los ingredientes y la medida de cada uno para hacer un buen orador. En España hemos tenido grandes oradores, fuera del mundo del debate universitario, de entornos y cualidades muy distintas y es de justicia reconocerlo. Sin embargo, creo que es importante tener en cuenta que la oratoria, como cualquier arte que se precie, requiere de mucho trabajo y entrenamiento que potencia el talento natural que la mayoría tenemos de manera innata. El resto no deja de ser una cuestión de oportunidad: saber entender el objetivo que buscas y el público que te escucha; y también de moralidad: reconocer y respetar el poder que las palabras tienen. Un buen orador debería tener grabada a fuego aquella famosa cita de Albus Dumbledore: «Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infligir daño y de remediarlo». Solo el que es consciente de su poder y sabe utilizarlo será un buen orador, si no se convertirá simplemente en un eficiente sofista.
No todo es ‘forma’, ¿qué características tiene una buena argumentación?
JL. La clave para una buena argumentación reside en que, con la lógica del argumento, se consiga probar por qué aquello que se está argumentando es cierto, plausible y relevante para el debate en cuestión de ello. Además de ello, cualquier argumento siempre ganará fuerza en la medida en la que se explique de una forma persuasiva.
No entraremos en la dialéctica entre formato académico o parlamentario, ¿podríais decirnos lo mejor de cada uno de ellos?
JA. Yo creo que ambos podríamos decir que venimos de la generación de “transición”: cuando empezamos a debatir el formato imperante era, y había sido durante décadas, el académico, y únicamente existía uno o dos torneos en formato parlamentario (además del CMUDE en el que apenas participaban equipos españoles). A día de hoy contamos con prácticamente la misma cantidad de torneos en uno u otro formato y el número de participantes es equitativo (incluso la gran mayoría alterna entre ambos formatos).
Como parte de esa generación a mí me gusta reivindicar las bondades de ambos estilos: del académico su formalidad y su rigor, tanto en la propia exposición, que exige una exquisita atención a las formas, como en la investigación previa sobre el tema planteado, que suele extenderse durante semanas y centenares de folios; del parlamentario su frescura y agilidad con un estilo fluido y muy dinámico propio de las sesiones de la Cámara de los Comunes, que algunas veces nos encandilan en las noticias, y su capacidad de potenciar el razonamiento lógico al carecer de investigación previa estricta sobre la moción se exige construir todo de forma lógica sobre la base de premisas generales aceptadas. Con todo, creo que no podemos despreciar ninguno de los formatos en esta dialéctica; ni por el respeto a su tradición de décadas (en España y fuera de ella), ni, y esto es lo relevante, por lo que representan: lo mejor de la academia universitaria española (el académico) y lo mejor del debate político (el parlamentario).
Para el público profano es difícil entender que un orador defienda en un debate una postura en la que no cree o no comparte, ¿cómo lo explicáis? ¿Os ha costado especialmente posturas en las que no coincidíais en nada?
JL. Una de las formas más sencillas de explicarlo es que la realidad, por lo general, es como una moneda: tiene dos caras y siempre hay argumentos para sustentar ese lado, con independencia de cuál sea tu opinión personal. Precisamente, saber ver y explicar ambos lados te permite generarte una visión mucho más holística de la realidad y reforzada de tu opinión personal sobre cualquier tema.
En general, cuando eres debatiente, acabas sabiendo defender cualquier tipo de cuestión, aunque no coincidas en nada con ella. Las únicas que acaban costando un poco más son aquellas que son totalmente opuestas a tus creencias personales en temas muy sensibles como son la religión o la orientación sexual pero, al final, acabas asumiendo que debate implica también saber defender esas cuestiones.
JA. En mi opinión, hay que reivindicar esta idiosincrasia del debate de competición como una de sus mayores virtudes: la obligación de ponerte en el lugar del otro y hacer un esfuerzo por entender las razones detrás de su postura. Sin entendimiento y respeto a la opinión discrepante es mucho más difícil sostener una sociedad democrática y plural, y, si no, a los hechos que hemos visto en los últimos años me remito.
¿Qué os ha aportado el ejercicio del debate en vuestra incipiente vida profesional?
JA. Yo, como abogado en ejercicio que soy, no puedo negar que me ha aportado herramientas de mucha utilidad, pero no creo que la importancia sea exclusiva o intrínseca de mi elección profesional, ni, sobre todo, del entorno laboral. La oratoria no es una herramienta que solo use un abogado, sino que es muy relevante que cualquier persona, en cualquier trabajo y en cualquier ámbito de su vida, se beneficie del debate. Y ello porque permite que nos enfrentemos a las informaciones y a las ideas de manera mucho más crítica; nos da la capacidad para entender las posturas opuestas o contradictorias que, inevitablemente, surgen constantemente; y hacer que nuestras ideas sean más fuertes y más convincentes.
Creo que ninguna persona en su sano juicio a la que se le ofreciera la oportunidad de pensar mejor, escuchar mejor, entender mejor y hablar mejor la rechazaría. Esto es esencial, llevándolo al plano profesional, porque la globalización ha traído de la mano un entorno laboral más competitivo y en la que la tendencia irrevesible es hacia el trabajo en equipo. Aunque solo fuese por eso ya sería indispensable tener las herramientas que permitan que nuestras ideas sean más convincentes.
Pregunta obligada, ¿cuáles serían vuestros referentes contemporáneos?
JL. Uno de los oradores contemporáneos que me gustan especialmente es Barack Obama. Creo que no sólo destaca por una gran oratoria, sino también por discursos construidos de una forma magistral en función del contexto y del mensaje que necesitara comunicar en cada circunstancia.
JA. A nivel contemporáneo, es decir, que siga en activo, es difícil significar un orador sin dejar fuera a otros muchos. Creo que Barack Obama, desde luego, pero también Silvio Berlusconi, Hugo Chávez, Pablo Iglesias o Toni Cantó (cada uno en su estilo) han sabido dejarnos piezas de oratoria de altísima calidad y que me gusta citar cuando doy formaciones. Sin embargo, a día de hoy e indiscutiblemente, mi referente sigue siendo mi profesor de Lengua y Literatura en mis años de secundaria, Eduardo. Fue él quien me inoculó el interés por esta disciplina y por las humanidades en general, y de él también recuerdo el mejor discurso que he oído o leído, precisamente en defensa de las disciplinas humanísticas, y que me sigue emocionando. Me gustaría de veras que la figura de esos maestros anónimos que motivan cada día a sus alumnos no se pierda y siga siendo el referente de las nuevas generaciones de debatientes.
No necesariamente deben ser políticos. De hecho, ¿por qué siempre reducimos la oratoria a la política y no reparamos en otras profesiones?
JA. Me parece que este es un prejuicio muy extendido y relevante. A mi juicio se debe a que cuando pensamos en películas, programas de televisión, series o incluso libros en los que haya grandes o habituales oradores siempre volvemos a los tópicos: políticos (House of cards), abogados (Algunos hombres buenos) o periodistas (The Newsroom). Pero en esta distorsionada representación de la realidad olvidamos la trascendencia de la oratoria, del debate, en definitiva, de la importancia de saber hablar en público en cualquier profesión: un médico que te expone un tratamiento y sus riesgos y ventajas, un ingeniero que trata de exponer las líneas maestras de su diseño, un comercial que realiza un pitch comercial. Cualquier profesión requiere y agradece una buena oratoria, por lo mismo que hemos explicado anteriormente: se trata de habilidades de indudable utilidad. El problema es que muchas de estas realidades laborales no gozan de esa gloria que caracteriza a la grandilocuencia de un discurso ante un foro y desde un atril. Sea como fuere, algo que no podemos negar es la importancia que tiene en todas nuestras vidas.