⌊ ÁNGEL DOMINGO ⌋

Cualquier conversación inocente de sobremesa desembocará en un interesante debate si uno de los comensales es Fran Carrillo. Lo lleva en las venas, no puede evitarlo. La dialéctica es su oxígeno. Hace mucho, Carrillo convirtió su segunda pasión en profesión. La primera probablemente sea su Real Madrid porque nadie es perfecto. Por abreviar un currículum que nos empuja a plantearnos a los demás si no habremos dedicado demasiado tiempo a la siesta, es director de La Fábrica de Discursos, ejerce de consultor político, asesor de comunicación política y empresarial, entrenador de discursos y oratoria pública, experto en estrategia de discurso en campaña electoral y gestión de gobierno… Cuenta con la confianza de organizaciones y multinacionales como Bertelsmann Group, Carrefour, Amazon, IKEA, UNICEF, Randstad, Nokia-Microsoft, Vertex, Aguirre&Newman, APD España, Metlife, Red.es, Grupo Correos, Room Mate, Eroski, Mundiplan o Lindorff.

El Oscar se le resiste pero cuenta con premios como Excelencia de la Universidad Carlos III, Victory Awards, Entreps Oratoria o el Napolitan Victory Awards junto a todos los trofeos que cosechó en su etapa de debate universitario. Además, es autor de varios libros, como Tus gestos te delatan. Las claves para ser un buen comunicador (Espasa) y El porqué de los populismos (Deusto).

Si estuviéramos en una película de Hollywood, en algún momento alguien nos pasaría su teléfono con una frase tajante: «Este tipo es tu hombre».

Hemos leído en alguna entrevista que te caíste del caballo viendo el debate entre el entonces presidente del Gobierno Felipe González y José María Aznar. ¿Qué te impactóVer a dos líderes tan diferentes imponiendo su discurso. Me impactó el poder de la imagen que proyectaban, la seducción argumental. El debate como mecanismo de convicción y movilización de conciencias. Todos los que nos dedicamos a esto nos hemos visto en ese escenario más de una vez.

Lo curioso es que no nació una vocación política sino por la oratoria. Precisamente por ello. Esas particulares maneras de comunicar y debatir me llamaron la atención y comprendí que el buen manejo de las palabras, canalizadas es una buena estructura argumental y de ideas, podía llegar a persuadir a cualquier persona, por muy difícil de convencer que fuese ésta.

Tenías solo once años. ¿Qué querían ser tus compañeros de clase de mayores? Por experiencia, sería duro crecer en un ambiente escolar y social que no cuida esos aspectos. Yo a esa edad no quería ser político. Me gustaba la política como una vía por la cual entender y cambiar el mundo. Me gustaba, y me gusta, confrontar ideas, debatir opiniones. Pero no me interesaban tanto los políticos. Por entonces uno pensaba en lo que pensaban la mayoría de los niños a esa edad: ser futbolista. Yo soy producto de una doble frustración, la primera de ellas, la de no ser futbolista profesional. La segunda, la de no ser periodista deportivo: yo querría ser narrador de fútbol, cantar los goles de la selección, por ejemplo. Pero el destino al final te acaba por devolver al lugar donde tus sueños empezaron. Y en mi caso, empezaron con un debate político.

¿Cuál fue tu primer contacto con el debateEn el instituto ya hice mis primeros pinitos, pero fue en la Universidad donde me interesé más seriamente por esta disciplina. Quería aumentar mis competencias y habilidades de comunicación y consideré que sería un buen entorno donde aprenderlas. Por aquel entonces no existía la profusión de clubes, sociedades y asociaciones de debate ni profesionales dedicados a esto. No existe en España una carrera de oratoria o debate, ni siquiera existían másteres o posgrados sobre ello hasta hace dos telediarios. Por fortuna, el escenario está cambiando. Entré para mejorar como comunicador y acabé encontrando el ecosistema de aprendizaje perfecto. Inicié mi primer torneo como introductor y al poco ya me encontré rebatiendo argumentos contrarios. No diré que nací para esto, pero mis padres pueden dar fe de mi especial predilección por la polémica y la discusión desde que inicié apenas mis primeros balbuceos.

¿Y en qué momento decidiste que querías convertirlo en profesión? Cuando trabajaba de periodista y, al mismo tiempo, dirigía la Sociedad de Debate de la Universidad Carlos III de Madrid, que cofundé junto a otros dos compañeros, empezaron a llegarme encargos importantes para escribir discursos y disfrutaba mucho en su realización. Al poco tiempo tuve que optar y opté por aquello que me gustaba y además, se me daba bien. Aún sigo andando ese camino.

¿Así nace La Fábrica de Discursos? A pesar de que hablamos del siglo XXI, los servicios de discursos aún eran poco usados cuando lo creasteno así los de comunicación política o empresarial. Nació en una noche de profundo insomnio, tanto el nombre de la firma como el lema que resume lo que somos como personas y comunicadores: «te mueven las emociones, te mantienen las razones».

En efecto, por aquel entonces, y aún hoy, no son muy usados estos servicios. Nos hemos posicionado en un sector muy competitivo y en un nicho de mercado cada vez más necesitado de ellos. Cuando se habla de oratoria o discurso en España, pero también de comunicación y comunicación política, La Fábrica de Discursos aparece como referente. No puedo estar más orgulloso de lo que hemos creado y conseguido, con un equipo fabuloso detrás que lo hace posible. Nos vienen tiempos en los que el cliente es ya su propia marca y decide los contenidos. Ahora no solo piden, ahora también deciden y trabajan codo a codo contigo.

¿Cuáles son vuestros clientes? Políticos, grandes y pequeños empresarios, directivos de toda corte y condición, emprendedores, abogados, médicos, economistas… todos aquellos que quieran convertir su comunicación en la mejor arma de construcción masiva. Les ayudamos a construirla, les acompañamos para comunicarla, les protegemos para cuidarla.

¿Difiere mucho la comunicación para un partido, una institución o una empresa? En realidad los objetivos son los mismos: generar o mejorar una reputación, controlar o proyectar una imagen creíble y poderosa alineada con los valores a transmitir mediante mensajes y en general ganar clientes, votantes o compradores mediante estrategias claras de conocimiento del contexto, escucha de deseos y necesidades y persuasión a través de métodos discursivos eficientes.

No todo es negocio. También trabajáis la cantera y la formación de los estudiantes. Creasteis la Escuela de Jóvenes Oradores. ¿Qué actividad desarrolláis en ella? Este es uno de los proyectos que más ilusión me hace. Por venir de donde vengo, siempre he considerado que España necesita que su educación sea referencia de los valores que como país debe exportar. La educación es la vitamina de una nación y empezar desde abajo, desde la raíz, nos ayuda a pensar mejor cuando crecemos y a saber explicar lo que pensamos. Para competir en comunicación, debemos aprender antes los mecanismos que la hacen efectiva y real. En ello estamos también.

¿Qué sientes viendo en acción a las nuevas generaciones? Una mezcla de satisfacción, orgullo y sana envidia. Satisfacción por ver que el debate, la oratoria y la argumentación se abren paso como una actividad académica cada vez más consolidada en nuestra educación. Orgullo por haber formado parte de esta maravillosa y cuerda locura que es el debate de competición. Y sana envidia cuando les veo, fruto de la normal nostalgia del buen recuerdo.

La indiferencia es enemiga del orador. El impacto supone la necesaria parada que exige todo deleite auditivo y, detrás de él, el pensamiento creativo.

¿Cuáles son las claves del buen discurso? Siempre me hacen esta pregunta. No respondo siempre de la misma forma para que no parezca que existe un remedio de Fierabrás que, si haces eso, enseguida te conviertes en un buen orador. Así que te responderé como le aconsejo a mis clientes que hagan. Antes de comunicar tu discurso, ten claras las preguntas para saber cómo organizar los mensajes de tus respuestas: qué quieres contar antes, qué percepción deseas dejar durante y qué sensaciones quieres que se lleven después. A partir de ahí, sé todo lo breve y prudente que Gracián aconsejaba ser, y todo lo contundente que el contexto te pida que seas.

¿Pecamos de dar más importancia a la forma que al fondo? Normalmente la argumentación, incluso en debates, suele ser la parte más endeble. Es normal. Nuestra era intoxicadora, totalitaria de la imagen y la percepción hace bueno el concepto de sociedad líquida de Bauman y el homo videns de Sartori. Si no hay tiempo para pensar, aún menos para argumentar. Consumimos estética, efectismo, comunicación de post-it, síntesis mal entendida. Siempre digo que, en el fondo, todo es forma, sí, pero sólo con forma no construyes más que envoltorios decepcionantes. Hay que buscar el David que se esconde tras el bloque de mármol, como sostenía Miguel Ángel.

¿Qué tres consejos darías a un debatiente? Que lea todo lo que pueda. Sobre todo, a los clásicos. Que no deje nunca que el ego legítimo supere a la humildad necesaria. Y que viva el debate no como un juego de ganar o perder, sino como un proceso de aprendizaje de competencias y habilidades cuya recompensa verá en un futuro próximo.

Entre los dos grandes formatos de debate, académico y parlamentario, ¿prefieres uno más que otro ?Ambos me gustan. Ambos tienen sus registros y aportaciones. La cintura argumentativa que te permite uno no te la da el otro, mientras que el orden expositivo y global de éste no te lo da aquel. He pasado más tiempo en el académico en mi época de debatiente y ahora estoy fundamentalmente en el parlamentario por mi trabajo. Ambos son formatos a mantener.

¿Cuál es el discurso que más te ha impactado? Diría que está por llegar. De los que han llegado me han impactado varios en la Historia. Tengo especial cariño por uno de Patrick Henry, un abogado colono que se enfrentó al imperio británico en el nacimiento de los Estados Unidos con aquel  discurso Dame la libertad o dame la muerte. El discurso fúnebre de Pericles debería estudiarse en toda escuela, así como todos los de Demóstenes, Isócrates, Lincoln, Tocqueville, Burke, McMillan, Churchill, Reagan, Thatcher, Clinton u Obama. Pero también los de nuestro país: Castelar, Salmerón, Costa, Azaña, Ortega, Maura, Primo de Rivera, Suárez, Garrigues Walker, Blas Piñar o Julio Anguita. Son tantos que necesitaría un libro simplemente para mencionarlos.

Ten claras las preguntas para saber cómo organizar los mensajes de tus respuestas

Has dicho que la oratoria debe provocar poesía auditiva, influirte, excitarte los sentidos. Si no te impacta no sirve de nadaLa indiferencia es enemiga del orador. El impacto supone la necesaria parada que exige todo deleite auditivo y, detrás de él, el pensamiento creativo.

Primero la televisión y ahora las redes sociales, ¿han acabado con el discurso clásico, con el debate y los matices en favor del meme y el brochazo? Sí. A pesar de que algunos nos resistimos a caer en una deriva bochornosa, no estamos exentos de participar en ese dislate. La televisión determina y las redes posicionan. Ya no hay tiempo para la tranquilidad que necesita una buena reflexión. Y sin tiempo somos nada.

¿De qué adolecen los oradores actuales? De desarrollo y fundamentación de sus ideas. La comunicación eficaz hoy no carece de efectismo, sino de estética en la construcción de los mensajes, de orden y concierto. El pentagrama del discurso está desafinado. Se prefiere el impacto del eslogan a la reflexión de la idea correcta.

A menudo participas en torneos de debate como juez, ¿qué mejorarías? Eliminaría los ítems calificativos de fondo y forma. Entiendo su implantación para equilibrar percepciones, pero un debate al final son sensaciones y esos ítem, en ocasiones, adulteran esas sensaciones. Como juez respondería, a la conclusión del debate, a tres preguntas que sometería después a deliberación con el resto de jueces: ¿Quién te ha convencido más y mejor? ¿Quién ha impuesto el ritmo y discurso a la contraparte? Y, por último, ¿quién ha entrado a desarrollar mejor la tesis propia con argumentos?

Has publicado libros y artículos sobre los populimos. ¿Por qué ese interés? Por la curiosidad que nos transmite un fenómeno repetido en diferentes países y la actuación de determinados líderes que, extramuros del sistema, de repente parecen tener la solución a todos los males que, como sociedad, nos aquejan. Sostengo que el populismo es consustancial a la política, diría que al propio sistema, pero existen muchos tipos de populismo, no todos perniciosos para la misma. Triunfan porque la política fast food está en auge. La consumimos por rutina y no por necesidad. El populismo vive de la agitación y por ello necesita contextos donde pueda alimentar sentimientos encontrados. El populismo se explica por la falta de explicación en sí mismo.

¿Realmente sabemos qué es el populismo? Creo que hablamos mucho sobre él, pero nadie sabe aún cómo definirlo. Sabemos que no es una ideología, ni un partido, sino más bien una consecuencia sistémica coyuntural. Explico este oxímoron. Vive en una incubadora temporal y emerge cuando una crisis desgarra los cimientos económicos, morales o institucionales de un país. Aprovecha su momento, nada más. Y estamos en la era populista porque también hay ciudadanos/votantes populistas dispuestos a consumir ese alimento político.

¿Cómo afecta el populismo al discurso? ¿Qué pistas darías para detectarlo? Lo determina porque prostituye las emociones con un sentido concreto: alterar la realidad y construir una percepción errónea de lo que sucede. Juega con la dicotomía semántica constante, con falacias peligrosas y con dislates metonímicos que, sin embargo, poseen una eficacia brutal, como estamos viendo en diferentes partes del mundo.

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