Desde la misma tribuna que catapultó para la Historia la palabra de algunos de los mejores parlamentarios españoles, en el antiguo Salón de Plenos del Senado de España, el equipo de la Universidad Pontificia de Comillas, compuesto por Antonio Fabregat y Javier Alberite, se alzó con el triunfo en el I Torneo Nacional de Debate Universitario. El evento fue organizado, del 2 al 4 de abril, por el Instituto de la Juventud (INJUVE) con la colaboración de las Cortes Generales en los actos de celebración del 40º aniversario de la Constitución Española.

El veterano binomio Fabregat-Alberite, con numerosos premios nacionales e internacionales, venció en la disputada final al conjunto del Instituto de Empresa, integrado por Fernando Martín Arribas y Miguel García Martín. Estos previamente habían dejado a un paso de la final a la Universidad del País Vasco, del que formaba parte Unai Gómez Hernández, reconocido con el trofeo a mejor orador del Torneo.

«Esto es fruto del trabajo en equipo», declaraba con modestia Gómez, sabedor de la importancia de «la construcción de un argumenttario por mis compaleros que yo luego pueda vender al jurado».

El torneo reunió a cerca de 200 estudiantes de grado o máster, representantes de 64 equipos de debate de 24 universidades españolas en dos fases diferenciadas: preliminar, en formato British Parliament, y final con la modalidad de debate académico.  Cada enfrentamiento fue valorado por tres jueces: un experto en debate, un parlamentario (diputado o senador) y un profesional de la comunicación parlamentaria.

La intensa final, sin tregua, estuvo dominada por los argumentos jurídicos al igual que todo el Torneo, con una avalancha de referencias a la jurisprudencia de los tribunales supremo y constitucional, así como a instancias europeas o el mismísimo proceso de Núremberg, donde las naciones aliadas juzgaron a los dirigentes nazis por sus crímenes contra la humanida, pasando por Ulpiano y los conceptos de justicia.

Esta competición demostró, una vez más y en palabras del director de Injuve, Javier Dorado, «la gran capacidad que tienen ellos mismos y las personas de su generación de ser elocuentes y dialogantes».

Más de un político asistente se maravilló de la capacidad de escucha y debate de los equipos, «más de lo que lo hacemos nosotros mismos» mientras que a muchos de los congresistas les sorprendió la uniformidad y etiqueta de los debatientes. «Ver a gente tan joven, con y atuendo tan serio a su edad, les resta cierta espontaneidad», comentaba una senadora, contraponiendo las corbatas imperantes con su «chupa de cuero».

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