⌊ AUGUSTO COBOS ⌋

En plena resaca de la temporada de galas de entrega de premios cinematográficos (Goya, Bafta, César, hasta llegar a la reciente ceremonia de los Oscar), mi primera tentación fue escribir un artículo sobre aquellas películas cuya trama se centra, de forma directa o indirecta, en el debate.

Sin embargo, el emocionante discurso de Frances McDormand al recoger el Oscar por su actuación en Tres anuncios en las afueras me ha llevado por un camino distinto y me ha hecho recordar algunos de los últimos discursos más acertados a la hora de recoger un premio en una ceremonia de este tipo. Curiosamente, todos los que se me venían a la mente correspondían a galas celebradas en Hollywood. Entre todos ellos destacan los de Meryl Streep y  Ophrah Winfrey en la gala de los Globos de Oro de 2017 y 2018 respectivamente.

En todos los casos mencionados, y más allá de los consabidos agradecimientos, el discurso contaba con un objetivo que iba más lejos del simple agradecimiento por el premio, con una estructura muy planificada que, sin embargo, no ensombrecía la emoción del orador (en estos casos, oradoras). Si alguien piensa que esos discursos surgen de la euforia del momento, y se basan en la capacidad de improvisación de quienes están acostumbrados a trabajar delante de una cámara, está muy equivocado.

Basta prestar atención a algunos pequeños detalles para saber que Hollywood, consciente de que este tipo de galas las protagonizan los premiados y no sus presentadores, cuida y forma a sus actores para saber cómo hablar en público en este tipo de actos.

Cuando Meryl Streep sale al escenario de los Globos de Oro en 2017, para agradecer el premio a toda su carrera, lo hace con unas tarjetas rígidas en la mano en la que están escritas unas breves notas.  Durante los cinco minutos que dura su intervención la actriz apenas mirará esas líneas. Cuando Antonio Banderas sube a recoger su Goya de Honor en 2015, su primer gesto es sacar del bolsillo interior de su chaqueta un montón de folios doblados, que leerá durante más de diez minutos.

Un año despúes, Ophrah Winfrey recoge el mismo premio que Meryl Streep y seduce al auditorio de los Globos de Oro con una intervención sin guion aparente, en la que nos lleva sin que nos demos cuenta desde los sueños de su infancia hasta la defensa de los derechos de la mujer. En Madrid, unos meses antes, Ana Belén al recoger su Goya de Honor hace una lectura dramatizada de unos folios en los que se recogen anécdotas personales que, al ser leídas, perderán gran parte de su carga emotiva.

Y hace apenas unas semanas, Frances McDormand sorpende a todos al utilizar la estatuilla del Oscar que acababa de recibir como un elemento visual para reforzar su mensaje. Segundos después es capaz de interactuar con el público, convirtiéndole en parte esencial de su discurso. Mientras tanto, quienes resistíamos hasta el final la gala de los Goya, nos aburríamos escuchando por decimoséptima vez en menos de tres horas el mismo discurso. Unas intervenciones limitadas al agradecimiento a cónyuge, progenitores, vástagos, cuñados, compañeros de trabajo, compañeros de profesión y así hasta que, por decimoséptima vez también, la música les avisa de que han superado el tiempo asignado.

Cuando un premiado sabe qué mensaje quiere lanzar es capaz de ajustarse al tiempo, entiende que el lenguaje hablado es distinto que el lenguaje escrito, asume que debe apoyarse en pequeñas frases para dar orden y estructura a su intervención y no en leer un texto literario. Descubre que implicar al público es un elemento que enriquecerá y fortalecerá su mensaje, su discurso de agradecimiento se convierte en un ejercicio de oratoria capaz de atraer al público.

Tal vez ha llegado el momento de que la Academia de Cine de España se preocupe no solo del vestuario de nuestras actrices y actores contratando a grandes diseñadores, sino también de formarles en las técnicas de la oratoria y facilite que formadores en técnicas de comunicación ayuden a los posibles premiados a preparar ese momento soñado, sin que lo estropee un discurso monótono y repetido.