⌊ ÁNGEL DOMINGO ⌋

«Se han muerto las palabras, ya no te quedan más balas», canta Mürfila en Bang Bang. Lo secundarían los protagonistas del documental galo A viva voz (Stéphane de Freitas & Ladj Ly, 2016). Una obra de obligada y disfrutada visión para todos los amantes de la oratoria y el debate.

El filme nos introduce en la preparación por varios universitarios franceses en Eloquentia, programa de expresión pública durante el cual se ofrece capacitación a los candidatos y un concurso de elocuencia supervisado por artistas de renombre, miembros del Colegio de Abogados y expertos en hablar en todas sus formas.

La cámara acompaña a varios de estudiantes durante las seis semanas de preparación de la competición y sus posteriores rondas eliminatorias. El documental centra su atención en jóvenes de barrios marginales, inmigrantes ilegales que vivieron su infancia con la calle como techo, una feminista musulmana o un joven que camina quince kilómetros por el bosque cada día hasta llegar a la estación de tren que le lleva hasta la Universidad 8 de París de Saint Denis. En total, invierte unas seis horas diarias en su trayecto, que aprovecha para ensayar y pulir su discurso. Todo un sacrificio que destaca el valor de la formación en una época en la que la damos como algo intranscendente, algo hecho, sin apenas valor.

En tiempos de ruido y furia, demagogia y populismo, con la imagen y el exabrupto como dictadores del pensamiento, o lo que quede de él, las verdaderas protagonistas del filme son la fuerza de la palabra y la defensa de la libertad de expresión como instrumentos de cambio social, más poderosas que cualquier arma. «Hablar mola -dice uno de los estudiantes-. Escribir está bien pero hablar está mejor. Cuando hablas y la gente te escucha y te mira tienes la sensación de que puedes hacer todo, conquistar el mundo. Por eso estoy aquí, puede cambiarme la vida».

Cientos de jóvenes enfervorecidos, algo que echamos de menos en este tipo de eventos en España, ovacionan al presentador de la ceremonia quien les da la bienvenida a todos los «reunidos por el amor a la palabra. La palabra que convence, que libera, que emociona y que impacta» en un acto que ensalza los valores republicanos franceses en defensa de la libertad de expresión.

En la parte inicial asistimos a la formación de estos oradores inexpertos, con buenos ejercicios para tomar como referencia en argumentación, estructuración del discurso, expresión corporal, darle vida al texto mediante figuras retóricas acercadas a través del rap y la poesía o el uso de la voz. Todo ello plasmado en el más espíritu de la serie Fama, sólo falta la célebre frase «Buscáis la fama, pero cuesta». Todo un entrenamiento al más puro estilo de Rocky.

En esta parte asistimos a los testimonios de las difíciles vidas de algunos de estos universitarios, cómo les cuesta vencer su pánico escénico o exorcizar sus fantasmas internos. Sudan sangre y tinta para dar vida a sus intervenciones sobre temas como San Valentín, la prostitución o si errar es un derecho.

La palabra que convence, que libera, que emociona y que impacta.

En la competición, centrada en rondas eliminatorias, cada uno echa mano de sus mejores habilidades, desde la capacidad teatral a la ironía o el juego de palabras.

Una infinidad de procedencias y caracteres a los que une el ansia por hablar alto y claro a la sociedad. No en vano, Wittgenstein sentenció: «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo».Elquentia